18 dic 2010

Tenía la oportunidad de hablar, pero preferí no hacerlo. Callé como siempre, es mi mecanismo de defensa, aunque no sé qué tanto me defienda, quizá me hace ver menos vulnerable, pero no más fuerte porque, hace ya más de dos años que decidí que la depresión era cosa del pasado, creí que estaba superado, y no.



De la depresión (hace dos años)…


Hubo alguien ese día, el más oscuro que recuerdo del pasado, tal vez lo veo así porque la luz que lo siguió fue tan abrazadora que me iluminó por tantos días, tantas noches. Hubo alguien que me… ¿salvó? Me alivió por lo menos, porque la cura, al parecer, no la he encontrado. Sé que ella es parte de la cura, sé que la necesito para continuar, aunque a veces siento que le hago más daño al tenerla cerca, tal vez debería dejarla ir, tal vez no soy lo suficientemente buena, tal vez todo esto de escribir sólo es fruto de mi depresión; al cabo que hace dos años atrás me dedicaba a escribir cuando la tristeza se apoderaba de mi, por eso es que me hice de muchos cuadernos llenos de pensamientos y cosas que ya no me interesa leer. Bueno, el punto aquí es que la conocí, en el peor momento de mi vida, la conocí la mañana del último intento (a propósito no bien logrado) de suicidio que tuve, siempre he creído que soy demasiado cobarde hasta para suicidarme, después de los primeros tres intentos con pastillas para el dolor desarrollé una úlcera (tal vez con el tiempo esta me mate, lo malo es que yo esperaba un resultado a corto plazo) y bueno, los doctores, mi mamá y toda mi familia culpan a mis nervios y mis malos hábitos de comida como los causantes de mi enfermedad, siempre he vivido los peores momentos de mi vida sola, por eso me dedicaba tanto tiempo a escribir. Pero ese día se apareció, por casualidades del destino, o porque el Universo conspiró para unirnos (pensaría Coelho) no lo sé, pero me libró de una tortuosa vida de depresión, al menos hasta este momento.


De la depresión (hoy)…


Estoy tratando de buscar culpables a mi depresión, pero no aparece alguno con suficientes motivos como para señalarlo, siento que al final soy yo la que exagera un poco las cosas, no controlo mis emociones y no sé cómo enfrentar ciertas cosas en las que me veo obligada a defender lo que pienso y siento, pero no todo es así, no puedo cargar yo con culpas todo el tiempo, a pesar de no saber controlar y actuar inmaduramente algunas veces, también hay otros detonantes de este agotamiento emocional, y últimamente lo he pensado, ha invadido mis pensamientos un nombre, una persona, que no me hizo daño a mi directamente, pero sí a alguien que quiero, le causó dolor hace veinte años, un dolor tan grande que aún lo puedo percibir en ciertas actitudes, lo refleja a cada momento y por culpa de eso yo he tenido que cubrir un espacio en su vida, he tenido que ser yo a su manera, sólo para hacerla sentir un poco mejor. Por eso me siento tan enojada sin razón aparente, porque cuando he intentado ser yo, actuar por mis medios y hacer lo que me complace, siempre he encontrado una barrera, un “NO” que me ha impedido desarrollarme del todo.


Me duele admitir que es mi madre una de las causas de mi depresión, me duele porque me hace sentir más culpable aún, pero también sé que no es culpa suya del todo, ella también actúa de esa manera porque está sola, ha luchado sola toda la vida, ha luchado por mí, pero claro no siempre para mi, inconscientemente ha logrado a través de mi lo que no logró por sus propios medios, o en otras palabras, pretende ser feliz a costillas mías, y allí es donde me pierdo, porque no sé qué hacer, no sé si ser yo y darle otra decepción, o ser quien ella quiere que sea y hacer que se sienta bien (por una vez en su vida, como diría ella); por eso he pensado tanto en esa persona que la dejó sola, en esa persona que debió ocupar el espacio que me toca ocupar a mí, jamás lo he odiado, pero si sigo dándole vueltas al asunto quizá lo logre, quizá me vengue, aunque no valga la pena.






No sé cómo salir de esto, siento que caí de nuevo.


De ella…


Claro no podría haber una historia sin un príncipe azul, sólo que en mi vida, no hay príncipe sino princesa, la que me salvó de caer hace dos años. Ella es la razón por la que sigo aquí (en la tierra de los vivos) haciendo un esfuerzo porque todo salga bien.


Desde que nos conocimos no he hecho más que darle líos, siempre para consolándome por teléfono, creo que ya la cansé por eso he evitado hablarle cuando me siento mal, no quiero seguirla ocupando (o preocupando) con mis asuntos sin solución, pero la amo; por más enojada que esté, por más deprimida, aunque me sienta tan mal de no querer hablar con nadie, ella siempre encuentra la manera de ocupar mis pensamientos, es en esos momentos cuando lloro más, porque anhelo poder salir corriendo a sus brazos, y no puedo, está lejos de mí.

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